En 2016 se empezó a decir que era
imposible hablar sin ofender a nadie. Y se empezó a decir porque era muy
cierto. Cada vez brotan más indignados por cualquier cosa. Antes se
reivindicaban cosas tochas como "el machismo" o "la
pobreza", y ahora ves a gente con la vena de la frente hinchada por
"la discriminación de las mujeres transgénero en el cargo público" o "la
precariedad laboral de los hombres de color árabes". El primer tema es de
fantasía porque excepto por Carla Antonelli no sé de nadie más que se
identifique como trans y esté en un cargo semejante. Carla Antonelli una badass
por cierto, os recomiendo leer al menos su página de Wikipedia.
Es importante mencionar que a
título personal no considero que esos temas en concreto sean baladí ni mucho
menos, pero sí parece que cada vez se compartimente más el activismo social.
Creo que no es ningún secreto el
hecho de que esta situación se debe a la aparición y auge de las redes
sociales.
En la sociedad de 2017 en que
vivimos es muy rara la persona que no tiene un perfil en al menos una de las
siguientes plataformas: Facebook, Twitter, Instagram, Snapchat, WhatsApp,
Telegram (RIP Tuenti y Vine). Este tipo de red permiten al usuario enterarse a
tiempo real de lo que cualquier persona está haciendo, ya sea en el pueblo de
al lado o en las antípodas, siempre que haya conexión a Internet. Esto que
acabo de decir tampoco es ningún secreto pero viene bien ir despiezando para
que no haya lugar a equívocos.
Total, que Paco Pérez se hace un
Twitter y se deja el avatar del huevo, y empieza a seguir los perfiles de lo
que le mola: Club Deportivo de Villaviciosa, Frigoríficos Manresa, Daniela
Blume, etc. Al principio va un poco tímido pero según pasa el tiempo se comienza
a soltar y se envalentona. Empieza a seguir a los políticos que le caen bien, y
a los que le caen mal para criticarlos. Empieza a seguir a actores y a cómicos,
a los personajes conocidos de cualquier panorama. Y de la misma manera que su
humorista favorito opina sobre política en Twitter y la gente le da la razón,
él empieza a opinar sobre política. Y la gente que comulga con su opinión le
felicita por pensar así, y la gente que no está de acuerdo se mete con él por
pensar así. La opinión de Paco Pérez se va haciendo importante porque mal que
bien se habla de la opinión de Paco Pérez. Y los Paco Pérez de este mundo ahí
se crecen. Cuando la opinión de los Paco Pérez se saca de proporción, cuanto
más grande se hace el tema, más "viral", más "trending", el
tema se desvirtúa. Con esto quiero decir que la esencia de lo que se estaba
comentando, el contenido material, se pierde, y ya no se trata de debatir para
intentar llegar a un punto en común. En primer lugar porque si hay trescientas
personas en un debate es más bien una batalla campal, y en segundo lugar porque
a la gente en Internet se la suda todo: lo que quieren es dar su opinión.
Resulta muy tentador opinar de lo
que sea en Internet, la persona se siente segura y poco vulnerable porque lo
hace de forma remota. Además, por infrecuente que sea tu punto de vista vas a
encontrar a otro tarado que dé palmas cuando tú hables. Ahí está la enjundia,
claro: la importancia de algo la determina el número de personas que estén
pendientes. Por eso me da a mí que en 2016 se hizo imposible hablar sin ofender
a nadie. Y el nivel de polémica de algo también, crece según crezca el número
de postulantes. A más individuos, más opiniones, y por lo tanto más desacuerdo.
Aquí entra lo que decía antes de la
seguridad que aporta el "no estar allí", el que Internet sea un lugar
abstracto donde no arriesgas nada (si quieres hacer como Paco Pérez no hace
falta ni que sepan qué cara tienes). Al tener esa seguridad del anonimato, es
sencillo faltar al respeto. Y con eso no quiero decir empezar a insultar a la
gente sin ton ni son, me refiero más bien a perder la tolerancia por las
opiniones ajenas (Pérez-Reverte es correctísimo en las formas pero el contenido
a menudo se pasa de despectivo). También hay un límite a lo que se puede respetar;
yo personalmente lo trazo en los derechos humanos y el respeto a Tolkien.
Recapitulando hasta ahora,
tenemos que: tema x + multitud de
opiniones+ pérdida del respeto = la sociedad actual. En resumen, hoy todo
importa muchísimo y todo el mundo tiene
que opinar sobre todo.
Por hacer un poco la antítesis de
la tesis y ser justa, bien es cierto que las redes sociales han servido para
visibilizar y concienciar sobre cosas guays. El avance que ha tenido el
feminismo en la última década ha sido descomunal (va a ser necesario darle otro
empujón para capear el temporal que se aproxima con los Trump y las Le Pen de
estos lares). El tema del racismo, que había quedado un poco olvidado en países
como España, está volviendo a ser tratado con franqueza. La libertad religiosa
es otro temita candente, véase el papelón de la playa francesa de este verano.
Diariamente cobran importancia problemas reales que aquejan a muchas personas,
y que hace no te digo cuarenta años, sino sólo diez, hubiera sido impensable
que estuvieran en boca de todos. En España hace diez años la dieta vegana era
vudú, las lesbianas eran camioneros, los gays eran maricones, los negros eran
monos y no había machismo. Actualmente estos problemas siguen aquí, y no dando
los últimos coletazos sino dando bien fuerte. La diferencia es que ahora las
personas que son víctimas directas de cada situación (digo directas porque
víctimas somos todos en realidad) tienen una vía de expresarse con libertad, de
aglutinar a los que piensan igual, y de coordinar los movimientos para acabar
con ese problema (con el permiso de la Fiscalía). Y aún queda muchx
descerebradx que a los veganos se los pasa por el forro, el lesbianismo sólo le
gusta si es para su consumo, los gays le parecen una aberración, los negros
dice que huelen y "ni machismo ni feminismo, igualdad". Pero yo creo,
y si el Gobierno (el de ahora y en general) no termina de cargarse la
educación, que es precisamente con cultura que se termina con estas cuestiones.
Es importante conocer todo lo
posible sobre todo lo posible, y no para poder dar tu opinión en Twitter, sino
para tener criterio y saber elegir lo que es correcto y lo que no. Y creo que
con eso se resume todo, porque la educación también ayuda a decidir qué tema es
importante y qué tema no. Con quién merece la pena discutir y con quién no.
Cómo dirigirse a según quién. No creo que vivamos en una dictadura de lo
políticamente correcto, como mucho se ha dicho, y que sea ésa la razón por la
que ya no se pueda ni hablar. Creo que vivimos más bien en una orgía de
gilipolleces y que hoy cualquiera puede ser activista invirtiendo más o menos una
mierda de esfuerzo y tiempo, y que cada uno puede decidir que X tontería es
inaceptable, y tener trescientos detrás dándole la razón. Y que mucha gente ha
aprovechado el avance de la visibilidad de colectivos como las mujeres
transgénero o los hombres árabes de color para provocar por provocar, sin tener
una intención reparadora o generadora de derechos y aceptación.
Un ejemplo de lo que llevo
diciendo todo este rato se materializa en una pedazo de conversación que vi,
cómo no , en Twitter, y que me dejó de pasta de boniato.
Si te has leído esta mierda
entera y sufres del Síndrome de Paco Pérez, ponle remedio. Léete un libro. O
quéjate de que te oprimo.